Para Colibrí
A pesar de la noche
y de su telón de cuervos
sobrevives, luz,
oculta entre los huesos.
Para Colibrí
A pesar de la noche
y de su telón de cuervos
sobrevives, luz,
oculta entre los huesos.
Para Colibrí.
«¿No oyes ladrar a los perros? «
(Juan Rulfo)
El paisaje quieto
y el viento que pasa
removiendo la voz
insondable
de la tierra y de las hojas.
Como el toro valiente en su resabio
llevo una cruz al lomo, malherida,
pero de amor morir será más sabio
que vivir sin esta alma embravecida.
Navego sin ayuda de astrolabio,
lucho por una causa ya perdida,
acepto que me lidien unos labios
con capotes de sal en las heridas.
Desafiando el clamor de los cobardes,
su cómplice faena ensangrentada,
su rito de manada y griterío,
embisto de arrebol, me hundo en la tarde
y despreciando heridas y estocadas,
muero de vivo amor frente al gentío…
Comienza el otoño con sus rigores,
me asusta el frío que viene y que siento
más frío que este cielo sin pensamiento
sin pájaros, ni vientos, sin ensueños, ni flores.
Me congelo en una hoguera de hervores
me retiro a mi dolor, y no miento
si temo que a causa de mis desamores
el invierno se me haga un sentimiento.
Qué largo se me anuncia este camino
largo de lluvia, tan corto de soles,
demasiado lleno de insomnes lunas,
del cansancio de andar sin ningún tino
en la huérfana luz de los faroles,
pisando entre hojas muertas mi fortuna…
Mi corazón conoce bien la pena
de latir luchando contra su propio latido,
grita y tiembla y sucumbe enfurecido
a la apasionada libertad de su condena.
Mi corazón que nunca se serena
y bate en el calor de lo vivido,
sueña, ríe, llora y es como una almena
que defiende el sabor de lo perdido.
A veces crees, corazón, que es aún posible
desandar el camino de lo andado,
revivir el latido de lo ausente;
otras, en cambio, todo lo ves como imposible,
melancólico te hundes, sombrío y tan callado
que en tal estado, yo no sé aún si estoy presente…
Buena te creí y fuiste desengaño
y tu estrategia solo buscaba la victoria.
Qué ganaste. Nada. Tan solo el daño
de seguir girando en tu oscura noria.
Simulaste ser distinta al inmoral rebaño,
herida por la gente, su injusticia y la Historia.
Robaste mi oro, me vendiste estaño,
preferiste a mi amor, la saliva de la escoria.
Serás mal amada y sabrás que perdiste,
un día lo sabrás, cuando seas ignorada
por falsos triunfos y oro verdadero,
y no tengas más que el dolor sincero
volviendo atrás, a rastras, la mirada,
de no ser todo aquello que fingiste…
Furioso ardor, violento y fugitivo,
sueño de temblor despierto al nombrarte,
te amo, me humillo, caigo altivo,
te venzo a veces sin poder ganarte.
Vigilas tu prisión, estoy cautivo,
para huir, imagino la forma de olvidarte.
Vivir quiero y ando muerto estando vivo,
así me tienes tú, en la innoble trampa de tu arte.
¿A dónde has ido? ¿Hacia cuál de tus tres lunas?
¿Eras Artemisa, Selene o Hécate Trivia eres?
Como ella, ¿de umbral enfermo y sauce te construyes?
di: ¿por qué hieres sin razón alguna?
¿encuentras así tu razón de ser mientras fluyes
por el río sombrío de los seres?…
Diana, allí donde estés, ¿sientes mi sufrimiento?
¿Sientes la intensidad del terremoto?
¿Sientes tu maremoto en mi corriente?
¿Me ves despertando, sin dormir,
Diana cazadora, en silencio, recogiendo flores, mientras da la espalda.
solo, arrastrándome para escribir
un verso que te allegue, un golpe que despegue
directo al corazón del universo?
«No sabrás vivir», insiste en decir la mañana.
Es doloroso. ¿Lo sabes? ¿Te enteras, Diana?
Dormir para ascender, despertar para caer
en la cuenta de tu nueva desaparición,
entregarme a una nueva destrucción
y beberme el oleaje que me rompe contra ti
¿Lo puedes presentir y no quieres socorrerme?
¿Estarás quizá entre gente más corriente?
Yo, en cambio, en mi barco ebrio, pendiente
de su carne rota. Esa es la canción, Diana,
y tú el oleaje que se ensaña contra mí.
Te canto para vencerte
y, otra vez, tu silencio me derrota…
No hay despertar que logre consolarme
Desesper-Arte o arte de la anulación de la esperanza en la realidad para que florezca la esperanza de una vida verdadera. Somos el enigma de lo que escribimos. La vida humana, cuando es vida, es literatura. Quien no esté a la altura de este aserto, nunca será Poeta.
de esta multitud de horas tan vacía
la noche se alarga alargando el día,
oscuro de ti, vuelvo a buscarme.
Me encuentro en mí sin ti, sin encontrarme,
Hombre desesperado. Autorretrato de Courbet, 1841.
por nombrarte profano mi alegría,
trato ardiendo en vida de conformarme
con tu sombra, que ensombrece la mía
¿Fuiste sueño, realidad, maleficio?
fuiste instante preciso, pero no suficiente.
Fuiste llama, tacto, impacto, orificio
de este infierno que inflama lo pendiente.
¿Fuiste nada?¿Apenas precipicio?
Fui el violento naufragio de serte indiferente…
Febril en la noche me abro y me despojo
de toda precaución de retenerme,
como el mar insomne abro mis cerrojos
y el oleaje no logra contenerme.
Me hiero a ratos solo por saberme
de amor herido por ti y aún a ti te escojo,
en esta tempestuosa manera de perderme
que eres mi bien y mi mal, mi propio trampantojo.
Tú me dominas siendo mi tortura,
me besaste y poco después te fuiste.
Tu silencio ahora es mi desengaño,
me pierdo en esta falta de mesura
y ardiendo en esa hoguera que encendiste,
te amo y te odio y te dejo hacerme daño…