Abismo y resurrección

Estaba entonces entre mi pueblo
y con él compartía su desgracia
Ana Ajmátova

 

No te conocí. Nunca

fue el adverbio que mantuvo hasta ahora nuestra lejana correspondencia.

Nunca hubo entre nosotros clases de filosofía, ni sueño en un tren a Carapachay,

ni el titubeante ardor de la espera de que un día, de pronto, te dejases besar.

No hubo nunca nada de eso, ni tampoco aquella noche definitiva en la que,

sin querer arriesgar la duda y creyendo, siempre equivocadamente,

que el tiempo dura mas que el fulgor, me despedí de ti y no te vi más.

Nada de eso hubo ni habrá jamás entre nosotros

y, sin embargo, al descubrir de pronto tu foto,

gracias a las palabras de un hermano que sí te tuvo en su zozobra,

que sí apoyó sobre tu hombro su cabeza con sueño

y confió humanamente en la duración del tiempo,

gracias a él que me habló de ti y te habló a ti frente a mí

con palabras y lágrimas monumentales,

resulta que ahora te escribo y me atrevo a rozarte tiernamente con mi dedo,

tocando tu foto en el infame plasma de una pantalla estéril,

que aún así atraviesas con tu irradiación de epifanía

y la facilidad con que la belleza perfora los velos que esconden la vida,

tras el engaño de la realidad.

Ahí, de pronto apareciste,

como un acontecimiento,

y yo contemplé, horrorizado, la magnitud del daño,

el que hayan arrebatado, cobardemente, esa luz aguerrida y desamparada de tus ojos,

el que te hayan aniquilado en lo innombrable del ultraje,

esa mirada de río oculto en el boscaje, tu cabello de ánfora y esa fuerza indomable de Antíope peleando hasta su muerte.

Nunca puede haber culpa en quien se entrega a un ideal con esa pureza de niña,

pues hasta las manchas del capricho quedan entonces lavadas por la revolución de la inocencia.

Nunca podrá haber perdón para quien destruyó tu rostro con tan solo veintisiete años.

Y yo, que nunca lo tuve entre mis manos como ahora tengo tu pálida imagen

al alcance de mi vital roce, casi medio siglo después de que te hayan asesinado,

me deshago en lágrimas y te doy las gracias por haber sido el hombro para mi hermano

en aquel tren lejano y soñoliento, el vértigo de su tiempo y una de las sombras que también a mí

me acompañarán por siempre desde ahora, dulce y rebelde Laura Susana Di Doménico,

cuyo nombre también ahora pronuncio, lentamente y con cuidado,

para que nunca se le olvide a quien me escuche

y, con él, tu inmortal y melancólica belleza,

porque ya sabemos que no hay mayor distancia que este ahora…

Quizá, nada…

Resultado de imagen de imagenes de desierto en blanco y negro

Des-ierto. Des-hojar. Amar o des-amar

 

 

 

 

 

 

 

 

Estar sin vivir, como estando muerto,

deambular entre frías llamaradas.

El sol hace de ti solo desierto,

resplandor sin fe y arena calcinada

Solo este ardor sin fin tienes por cierto,

este morir entre primaveras devastadas

sin mar con que soñar, ni amor, ni puerto.

Nada que no engulla esta inmensa nada.

¿Habrá un oasis aún de alegrías

que espere con paciencia en el camino

al agónico ser que lo descubra?

¿O será la borracha fantasía

de un delirio final cuyo destino

sea beber con furia esa nada que lo cubra?…

 

 

 

Playa Canela (1/5/2018)

Lo más complejo es lo más sencillo,

pues hay algo aparentemente inmediato en lo sencillo

que se vuelve inmediatamente inagotable.

 

Luz, luz que inunda la casa y ocupa el espacio avanzando como la marea. Luz que pinta el aire de blanco y juega por el arenal con mar y cielo. Luz que hace brillar el azul rizado del agua, en este punto de la tierra donde el Guadiana deshace su corazón en el Atlántico. Luz, luz de todo lo que hace sentir el relente de un secreto que parece accesible y de pronto se desvanece. En un paseo por la playa hasta la isla de las gaviotas, he visto los pasos de un niño por arenas lejanas. Era el litoral de Caracas. Y los pasos de aquel niño fueron creciendo, los vi madurar y atravesar otros arenales, remontar dunas y entremezclarse con voces, risas y palabras de amor. También hubo silenciosos susurros del viento. Después, Galicia, Potugal, África, Europa, Asia hicieron imposible el único enclave y el misterio no cesó de crecer y no se ha detenido desde entonces hasta llegar aquí, a Isla Canela, en la playa infinita que se pierde de vista, como de vista se perdía la lejana playa de Uchire que vio los pasos del niño. Y escucho las voces amadas, los pasos adolescentes, la belleza, la emigración, el exilio que nos expulsa y la poesía que nos recupera siempre, aunque de otra forma, pero, ¿en dónde?, ¿hacia dónde? No lo sé. Apenas sé que si cierro los ojos, el murmullo del mar sigue su curso y me habla de mí. Veo las huellas del niño, orilla lejana, acompañando los pasos del hombre, arena de ahora. Y de nuevo la luz, al abrir los ojos, la luz que inunda la casa como inunda el mundo a cada instante el asombro de estar vivos. Mar, cielo y esta certeza azul de habitar en el corazón de lo inexplicable para, aún así, volver a intentarlo… Vida nuestra, flor de infancia, murmullo del mar…

 

Hay músicas que se arrojan como gatos

y desgarran el telón en raso de la noche

el corazón libera un grito y golpea su cuerpo contra la escena

apenas se atreve el silencio a pestañear entonces

pero basta ese intervalo para que todo sea luz de pronto

y hundimiento

Hay músicas que reflotan los viejos mascarones

del impulso la madera que se fue pudriendo

los océanos que iban a dominar los hombres

las tormentas, el infinito, la ribera

y llenan de brillos ocres la memoria del naufragio

Somos solo la sorpresa de esos momentos

que una música supo recordarnos

nos vemos en los fulgores del fragmento

y el raso se alegra de ser raso, aunque herido

antes de que caiga el telón definitivo

y hereden la ciudad, noche a noche, los ocultos gatos…

Destino

 

…estaba herido de muerte

le dolían las avenidas despobladas

las plazas con fuentes apagadas

cualquier anónimo doblar de las esquinas

 

estaba herido de muerte

le dolían los niños que se le habían muerto

la lenta descomposición de algunas voces

el adiós de las madres, también la luna

 

estaba herido de muerte

se lloraba de sangrar entre las noches

desangrado de llorar en algún cuarto

se hacía tarde. No había nadie. Pasaba un coche

 

estaba herido de muerte

se llenaba de miradas hacia el cielo

No comprendía nuestra fragilidad de insectos

ni el que fuésemos fantasmas de fotos del pasado…

 

 

Su cuerpo son animales dormidos

miradas dulces y duras

soledades, huellas, roturas

de sufrimiento callado, y valientes sonrisas

Su cuerpo oculta sangres, jugos

que la noche envuelve en arcanos

cálidas lenguas como peces vivos

y manos que dibujan con sueño su ternura

Su cuerpo sabe a carne tibia

aliento que en la coronación

se hace viento encabritado

fragilidad y altiva independencia

Su cuerpo vela sueños, historias de familia

caminos secretos

se forma y se deshace

entre delirios y locura

Su cuerpo no es mi cuerpo

y, sin embargo, brilla su cuerpo

en la memoria del mío

Amanece…

Acuarela de tarde

Cae la lluvia y con la lluvia, la tarde
pinta la vida con luz de acuarela
La humedad del tiempo aflora su alarde
de tiempo robusto en piel de franela

Cae lluvialuz color de sobretarde,

muere muy lenta Image associéela flor de una vela
el día se aleja, algo interior arde
¡La lluvia no lavó nuestras secuelas!

Cae la lluvia con dolor de cristales
en la lluvia hay voces que no entiendo
en la lluvia hay un pájaro que canta

Cabrillean en el agua las señales

todo así se va diluyendo
todo así perdido, seduce, espanta…

 

 

Aberraciones poéticas

En el anuncio aquella mujer ofrecía servicios de lluvia dorada. ¿Por qué no?, me dije. Llamé al teléfono que figuraba en el anuncio y concerté rápidamente una cita. A la hora convenida, aquella mujer llegó a la habitación sola, de la ciudad sola, en la que mi soledad estaba tan sola.

Resultado de imagen de imagenes de habitacion triste de hotel

Edward Hopper. Digresión filosófica (1959)

Le pregunté si quería tomar algo y solo me pidió un vaso de agua que, gustosamente, le serví. Luego añadió, ya sabes, para acelerar… y completó la frase con un gesto circulatorio de la mano, en el aire. Ya me entiendes, dijo, ¿no? Claro que había entendido, y dado que yo la había entendido a ella, era el momento de que ella también me entendiese a mí. Verás, le dije, quisiera cambiar un poco tu servicio, apenas los adjetivos o, mejor dicho, los participios adjetivos. Ella comenzó a poner los ojos como perlas. En lugar de una lluvia dorada, lo que yo quisiera es hacer contigo una lluvia dañada. Ella comenzó a poner los ojos como lunas. Entendí que la alusión al daño podía atemorizarla, así que me apresuré a aclarar que aquel daño no suponía ninguna vejación o herida física, de lo que se trata, comencé a explicarle, es de que me dejes ponerme encima de ti y llorar a mar abierto sobre tu cuerpo desnudo. ¡Qué!, estalló ella con una explosión de ojos-supernova. ¿Y para esto me has hecho perder el tiempo? ¡Yo no trabajo aberraciones! ¡Pero me vas a pagar igualmente! Así que le pagué. Luego se fue sin previo aviso al baño de la habitación y cerró la puerta. Pude oír cómo sonaban las aguas residuales golpeando las aguas limpias. Al salir, la mujer me miró con desprecio y me espetó, hasta este baño es más normal que tú. Luego se fue en el acto, aunque sin haberlo empezado. Entré en el baño para tirar de la cadena, pues ella no lo había hecho y, sin poder contenerme más, lloré desconsoladamente, con todo ese llanto que tenía para ella y que caía ahora sobre el agua sucia que ella tenía para mí. Al tirar de la cadena, me quedé observando cómo se iban cañería abajo mis lágrimas confundiéndose con sus orines…