«Innuendo», el nuevo programa de radio que te enseña a amar dos artes a la vez y no estar loco.

Ya lo dijo Antonio Machín una vez: «no te puedo comprender, corazón loco». Y, ¿quién puede? Desde luego, Diego «El Cigala» estuvo de acuerdo con él y repitió lo mismo, años después, a puro grito de «cantaor» y con fondo musical sonando a gloria en las manos del gran Bebo Valdés. Pero ya sea con la matemática elegancia del bolero o con la voz rasgada de lo «jondo», el deconcierto suena muy parecido: «¿cómo se pueden querer a dos mujeres a la vez y no estar loco?». Y quien dijo mujer, bien pudo decir hombre, claro está, pues de lo que se trata no es de acertijos que se resuelvan con respuestas sexuadas, sino de laberintos que apuntan una y otra vez al insondable corazón. ¡Ay, corazón loco!

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«Devenires: antropología para el nuevo mundo»

Hoy he comenzado una nueva andadura en el espacio «Devenires: antropología para el nuevo mundo», de la radio mexicana Radio Nicolaita. Cada dos semanas estaré colaborando con una pequeña reflexión acerca de diversos aspectos que, a mi entender, ofrecen pistas para interpretar el mundo en que vivimos y aquel que se esboza en el horizonte de nuestras sociedades.

Partiendo del método propio del etnógrafo atento, cuyo diario de campo se llena pronto con referencias variadas, me interesa abordar distintas temáticas y ámbitos a partir de esa heterogeneidad de materiales. Sigue leyendo

Días y noches

Hay días en los que uno está muy cansado. Sobre todo, noches, en las que uno imita el insomnio de la luna y espera el silencio, el despojamiento de las palabras. La esperanza malvive en esas noches de fatiga. Hartos de ver el desfile diario de las noticias del mundo, ese carrusel de fruslerías monstruosas, cerramos los ojos, intentamos dormir y esperamos que el sueño nos limpie y reconstruya. Pero no ocurrirá así. Los ojos se abrirán y se cerrarán varias veces de forma intermitente, como en pesadísimos parpadeos, la vigilia se mantendrá en equilibrio de puntillas sobre un alfiler que pincha de cansancio, y el silencio nunca será completo, sino que bailarán en él fragmentos de vida propia y ajena, fantasmas que la noche trae en su runrún de oscuridades encendidas. Eso sí, entremedias, nos quedaremos más callados. Puede también poblarse ese silencio de escepticismo o, radicalmente, de un rotundo pesimismo histórico de lo humano. Suele darse entonces un interior cataclismo, tras el cual se hunden los grandes planteamientos ideológicos, las causas escritas con Mayúscula, los héroes y heroínas de lo que sea. Todo se derrumba sin heroicidad. Todo se desbarranca con un escenario al fondo de manoseo, utilidades prácticas, te uso, te desecho, y de nihilismo casi consumado. Se oyen ya los jinetes en la tormenta, oímos cómo se acercan y sabemos que vienen a acabar con nosotros. Sigue leyendo

Te amé como se debe, te doy por olvidada

Buena te creí y fuiste desengaño

y tu estrategia solo buscaba la victoria.

Qué ganaste. Nada. Tan solo el daño

de seguir girando en tu oscura noria.

Simulaste ser distinta al inmoral rebaño,

herida por la gente, su injusticia y la Historia.

Robaste mi oro, me vendiste estaño,

preferiste a mi amor, la saliva de la escoria.

Serás mal amada y sabrás que perdiste,

un día lo sabrás, cuando seas ignorada

por falsos triunfos y oro verdadero,

y no tengas más que el dolor sincero

volviendo atrás, a rastras, la mirada,

de no ser todo aquello que fingiste…

 

 

Furioso ardor y silenciosa huida

Furioso aFuego, Llama, Carbono, Quemar, Calienterdor, violento y fugitivo,

sueño de temblor despierto al nombrarte,

te amo, me humillo, caigo altivo,

te venzo a veces sin poder ganarte.

Vigilas tu prisión, estoy cautivo,

para huir, imagino la forma de olvidarte.

Vivir quiero y ando muerto estando vivo,

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así me tienes tú, en la innoble trampa de tu arte.

¿A dónde has ido? ¿Hacia cuál de tus tres lunas?

¿Eras Artemisa, Selene o Hécate Trivia eres?

Como ella, ¿de umbral enfermo y sauce te construyes?

di: ¿por qué hieres sin razón alguna?

¿encuentras así tu razón de ser mientras fluyes

por el río sombrío de los seres?…

 

 

Los secretos de la ninfa

desearte amor y enfrentar tu altura con
cursis angustias!
Alejandra Pizarnik

 

Diana, allí donde estés, ¿sientes mi sufrimiento?

¿Sientes la intensidad del terremoto?

¿Sientes tu maremoto en mi corriente?

¿Me ves despertando, sin dormir,

Imagen relacionada

Diana cazadora, en silencio, recogiendo flores, mientras da la espalda.

solo, arrastrándome para escribir

un verso que te allegue, un golpe que despegue

directo al corazón del universo?

«No sabrás vivir», insiste en decir la mañana.

Es doloroso. ¿Lo sabes? ¿Te enteras, Diana?

Dormir para ascender, despertar para caer

en la cuenta de tu nueva desaparición,

entregarme a una nueva destrucción

y beberme el oleaje que me rompe contra ti

¿Lo puedes presentir y no quieres socorrerme?

¿Estarás quizá entre gente más corriente?

Yo, en cambio, en mi barco ebrio, pendiente

de su carne rota. Esa es la canción, Diana,

y tú el oleaje que se ensaña contra mí.

Te canto para vencerte

y, otra vez, tu silencio me derrota…

 

 

Interrogación a tu infinito

No hay despertar que logre consolarme

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Desesper-Arte o arte de la anulación de la esperanza en la realidad para que florezca la esperanza de una vida verdadera. Somos el enigma de lo que escribimos. La vida humana, cuando es vida, es literatura. Quien no esté a la altura de este aserto, nunca será Poeta.

de esta multitud de horas tan vacía

la noche se alarga alargando el día,

oscuro de ti, vuelvo a buscarme.

Me encuentro en mí sin ti, sin encontrarme,

Le Désespéré

Hombre desesperado. Autorretrato de Courbet, 1841.

por nombrarte profano mi alegría,

trato ardiendo en vida de conformarme

con tu sombra, que ensombrece la mía

¿Fuiste sueño, realidad, maleficio?

fuiste instante preciso, pero no suficiente.

Fuiste llama, tacto, impacto, orificio

de este infierno que inflama lo pendiente.

¿Fuiste nada?¿Apenas precipicio?

Fui el violento naufragio de serte indiferente…

 

Fiebre

Febril en la noche me abro y me despojo

de toda precaución de retenerme,Resultado de imagen de fotos de oleaje y poetas

como el mar insomne abro mis cerrojos

y el oleaje no logra contenerme.

Me hiero a ratos solo por saberme

de amor herido por ti y aún a ti te escojo,

en esta tempestuosa manera de perderme

que eres mi bien y mi mal, mi propio trampantojo.

Tú me dominas siendo mi tortura,

me besaste y poco después te fuiste.

Tu silencio ahora es mi desengaño,

me pierdo en esta falta de mesura

y ardiendo en esa hoguera que encendiste,

te amo y te odio y te dejo hacerme daño…

Abismo y resurrección

Estaba entonces entre mi pueblo
y con él compartía su desgracia
Ana Ajmátova

 

No te conocí. Nunca

fue el adverbio que mantuvo hasta ahora nuestra lejana correspondencia.

Nunca hubo entre nosotros clases de filosofía, ni sueño en un tren a Carapachay,

ni el titubeante ardor de la espera de que un día, de pronto, te dejases besar.

No hubo nunca nada de eso, ni tampoco aquella noche definitiva en la que,

sin querer arriesgar la duda y creyendo, siempre equivocadamente,

que el tiempo dura mas que el fulgor, me despedí de ti y no te vi más.

Nada de eso hubo ni habrá jamás entre nosotros

y, sin embargo, al descubrir de pronto tu foto,

gracias a las palabras de un hermano que sí te tuvo en su zozobra,

que sí apoyó sobre tu hombro su cabeza con sueño

y confió humanamente en la duración del tiempo,

gracias a él que me habló de ti y te habló a ti frente a mí

con palabras y lágrimas monumentales,

resulta que ahora te escribo y me atrevo a rozarte tiernamente con mi dedo,

tocando tu foto en el infame plasma de una pantalla estéril,

que aún así atraviesas con tu irradiación de epifanía

y la facilidad con que la belleza perfora los velos que esconden la vida,

tras el engaño de la realidad.

Ahí, de pronto apareciste,

como un acontecimiento,

y yo contemplé, horrorizado, la magnitud del daño,

el que hayan arrebatado, cobardemente, esa luz aguerrida y desamparada de tus ojos,

el que te hayan aniquilado en lo innombrable del ultraje,

esa mirada de río oculto en el boscaje, tu cabello de ánfora y esa fuerza indomable de Antíope peleando hasta su muerte.

Nunca puede haber culpa en quien se entrega a un ideal con esa pureza de niña,

pues hasta las manchas del capricho quedan entonces lavadas por la revolución de la inocencia.

Nunca podrá haber perdón para quien destruyó tu rostro con tan solo veintisiete años.

Y yo, que nunca lo tuve entre mis manos como ahora tengo tu pálida imagen

al alcance de mi vital roce, casi medio siglo después de que te hayan asesinado,

me deshago en lágrimas y te doy las gracias por haber sido el hombro para mi hermano

en aquel tren lejano y soñoliento, el vértigo de su tiempo y una de las sombras que también a mí

me acompañarán por siempre desde ahora, dulce y rebelde Laura Susana Di Doménico,

cuyo nombre también ahora pronuncio, lentamente y con cuidado,

para que nunca se le olvide a quien me escuche

y, con él, tu inmortal y melancólica belleza,

porque ya sabemos que no hay mayor distancia que este ahora…