Para Colibrí.
«¿No oyes ladrar a los perros? «
(Juan Rulfo)
El paisaje quieto
y el viento que pasa
removiendo la voz
insondable
de la tierra y de las hojas.
En el cielo de azul niño
y blanca espuma de playa
junto al sol,
siempre un pajaro pasa,
mientras otro traduce
la espesura de lo oculto
a un idioma de superficie audible,
pero no por completo comprendido.
El yo se acomoda
a la quietud silbante
de esta sagrada espera
hasta reconocer
su propio olvido
y se deshace, entonces,
alegre, cantando con voz
de animal lejano.
¿No oyes, acaso, ladrar a los perros?
Amor me espera…