Y una vez que estamos en esta posición, debemos respetar la pausa, una pausa que puede durar toda la vida…
Aquellas palabras sonaban épicas y, sin embargo, eran al mismo tiempo palabras líricas. Eran, en todo caso, unas palabras extrañas que, como un antiquísimo enigma del mundo, habían inaugurado la lejana historia de aquellos dos seres detenidos para siempre en una posición estéticamente irreprochable. Nadie recordaba ya quién las había pronunciado por primera vez, aunque la tradición indicaba que había sido la primera Ella detenida a orillas del pie izquierdo del primer Él. Lo que sí se sabía con seguridad es que, desde entonces, aquella posición se había ido repitiendo una y otra vez, en los años sucesivos, y que, en en aquella repetición, cada una de las Ella y de los Él que habían vivido posteriormente, había podido sentir el orgullo de reproducir aquella lejana y elegante posición de la edad del mito. Al observar la situación de ambos, uno podía darse cuenta de que realmente era una postura muy armónica y confortable. Él, depositaba todo su peso en la pierna derecha y apenas rozaba el pie de Ella con su pie izquierdo. Ella, detenida junto al roce del pie de Él, y con su pierna izquierda ligeramente flexionada, dibujaba a su antojo pequeños círculos con el pie derecho, lo que daba vitalidad y movimiento a aquella sagrada pausa. Cada uno de Ellos se encontraba en el interior de un triángulo invisible, en el que sus cabezas ocupaban el lugar del vértice y caían, con una línea imaginaria y perfectamente vertical, en el espacio intermedio que separaba las dos piernas de cada uno. Esa forma triangular les proporcionaba una estabilidad perfecta, pues les permitía acomodarse a sus respectivos ejes. Y así seguía todo desde hacía más de un siglo.
Cuando una pareja se extinguía, aparecía otra que ocupaba su lugar. Generalmente solía ser una pareja de hermanos que, después de tomar un tiempo el relevo de manera conjunta, iniciaban cada cual su propio camino y retomaban la postura con la nueva familia que hubiesen formado. Dentro de esas parejas de hermanos lo más buscado era un Él y una Ella, aunque en ocasiones las asociaciones consistían en dos Él o dos Ellas, sin que esto rompiese en modo alguno la responsabilidad del legado familiar. Sin embargo, cuando solo había un Él o una Ella, entonces la situación se tornaba penosa, pues, tomando la forma de la postura correspondiente, aquellos seres se iban consumiendo poco a poco en su amarga soledad y acababan muriendo mucho antes que el resto. También se dio algún caso en que la pareja de hermanos, enamorados de su propia compañía a lo largo de los años, acabó por emprender un camino incestuoso del que se guarda todavía una horrorizada memoria. Sin embargo, no suele hablarse de ello en las nuevas parejas que se forman y apenas uno lo escuchará una o dos veces en la vida. Las que sí se recordarán constantemente son las palabras que se le adjudican a la primera Ella. Esas míticas palabras sirven hoy como un emblema del clan. Debemos respetar la pausa, una pausa que puede durar toda una vida. Así nació ese tango del otro lado, el de la milonga eterna…